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El Redescubrimiento del espíritu generoso

El Redescubrimiento  del espíritu generoso.
Por el Reverendísimo James R. Mathes.
15 de marzo de 2016.

Durante las últimas semanas nuestra nación se ha enfocado en la inusitada  candidatura de Donald J. Trump. Para algunos, parece ser el líder no oficialista y de lenguaje directo que necesitamos. Otros lo ven como descuidado y agente de división. Lo que parece claro es que su mensaje está en consonancia con un número significativo  de personas. No importa que esté dispuesto a utilizar el racismo para dividir o que explote los temores hacia los extranjeros, convirtiendo a los musulmanes y a los indocumentados en chivos expiatorios apropiados. Resulta  especialmente escalofriante observar cómo excluye sin miramiento a los afroamericanos de sus campañas en las que en los últimos dos días los participantes blancos semejan de forma espectral a los de las concentraciones fascistas de otros tiempos con armas en alto para apoyar a su líder.

Sencillamente supuse que esto terminaría una vez que recobráramos la cordura  y redescubriéramos nuestros principios comunes. Sin embargo, el Sr. Trump no parece retirarse. Y la razón por la que no se retira es porque él no es el problema. Es el síntoma. Lo cierto es que los líderes que escogemos nos reflejan. Muchos de nosotros hemos hecho silencio. Y muchos más nos dejamos convencer de que los otros tienen la culpa de nuestros males y que al disminuir a los demás encontraremos la salvación.

Estas tácticas pudieran ganar elecciones pero no sanarán un mundo quebrantado o mejorarán  una nación. Trump propone engrandecer de nuevo los EE.UU., pero sugiere hacerlo a costa de otros. Desea impedir la entrada de inmigrantes, elevar las tarifas, construir muros y restablecer la tortura. Postula un mundo de deseables e indeseables, y apuesta a que haya un número suficiente de nosotros que nos consideremos entre los  afortunados y votemos en correspondencia.

Lo que resulta particularmente humillante es su afirmación de que es un gran cristiano. Su reciente encontronazo con el Papa católico romano ni siquiera parece afectar su afirmación. Como obispo de la Iglesia, por demasiado tiempo he meneado la cabeza y permanecido en silencio. ¡Basta ya! Como dice el viejo himno: “Conocerán que somos cristianos por nuestro amor”. Ser cristiano es seguir en amor intrépido a Jesús. Ser cristiano es ser el que ofrece ese amor a todos, el que ve a Cristo en los demás, el que muestra la preferencia de Jesús por los pobres, los marginados y los desconocidos. ¿En qué sentido refleja la retórica de división y culpa del Sr. Trump la vía de Jesús? Deberíamos hacerle al Sr. Trump aquella famosa pregunta de Jesús: “¿quién es mi prójimo?” La definición cristiana de prójimo nunca tolerará muros o tortura ni ninguna forma de menosprecio o división.

Mi fe cristiana requiere que rechace lo que expone el Sr. Trump. Sin embargo, este momento constituye una oportunidad para preguntar, como nación, cuáles son nuestros valores esenciales. En las palabras del primer presidente republicano, se nos convida a descubrir “los mejores ángeles de nuestra naturaleza”. Como una nación de inmigrantes que asume cada vez más nuestra compleja historia de racismo, sexismo y homofobia, podemos reclamar una generosidad de espíritu que trascienda nuestras identidades religiosas individuales. Ella comienza el  y termina con la premisa de que somos en realidad  creados en igualdad y como dicen las Escrituras: “a semejanza de Dios”. Todos somos portadores del potencial de lo divino. Todos tenemos que ser respetados. Cada persona es el prójimo de toda otra persona. Las vidas de las personas de la raza negra importan y todas las vidas importan y vamos a hacer algo por todas las vidas. Al final, la unidad es más fuerte que la división; la esperanza es más fuerte que el temor. Y siempre el amor vence el odio. Corresponde a cada uno de nosotros transformar esta campaña política, este país y este mundo. Lo lograremos   por la forma en que tratemos  a los más desvalidos en medio de nosotros. Lo lograremos a través de nuestro voto.

Vencer el  mal con el amor.

Al  pueblo de Dios en la Diócesis Episcopal de San Diego y el Sínodo del Pacífico de la Iglesia Luterana Evangélica en los EE.UU.

“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte,  ni la vida,  ni ángeles,  ni principados,  ni potestades,  ni lo presente,  ni lo por venir, ni lo alto,  ni lo profundo,  ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios,  que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Romanos 8: 38-39.

El martes de la Semana Santa nosotros, los obispos y el clero de la Diócesis Episcopal de San Diego y el Sínodo del Pacífico de la Iglesia Luterana Evangélica en los  EE.UU. nos congregamos  para renovar nuestros votos de ordenación y bendecir los Santos Óleos para usarse en el bautismo y en la unción de los enfermos y moribundos. Comenzamos este día de recordación y renovación bajo la sombra de otro ataque terrorista más. Aunque Bélgica se encuentra a una gran distancia las ondas de conmoción de las infames explosiones reverberan en nuestra comunidad. Ofrecemos nuestras oraciones para que el bálsamo sanador de Dios se derrame sobre los afectados.

Durante la Semana Santa los cristianos recuerdan el fatídico viaje de Jesús a Jerusalén y a la cruz. El terrorismo no es nada nuevo. La cruz romana, como las bombas de Bruselas, se diseñó para crear el terror. La cruz se proponía aterrorizar no solamente a la víctima sino a la sociedad más amplia. La bomba lanzada al azar busca un impacto similar.

La realidad profunda y universalmente transformadora de esta semana es que la cruz romana no tiene la última palabra. Es el amor, y no la fuerza mayor, la que prevalece sobre las fuerzas del mal–aun el terrorismo. Verdaderamente la cruz se transforma de instrumento de ejecución a símbolo del amor de Dios. La muerte y resurrección de Jesús derrotan el poder de la muerte mediante la abundante paciencia y el amor sacrificial de Dios por el mundo. El terrorismo jamás será derrotado por una mayor o mejor seguridad o mediante la fuerza. Antes bien, el terrorismo será vencido por la paciencia y el amor. Este mal perderá todo su poder si nos rehusamos a ser cambiados por los que desean que nos volvamos desconfiados en contra de nuestro prójimo. Nuestra mejor respuesta en el esfuerzo para poner fin al terrorismo es eliminar el poder del terrorista para cambiarnos.

Por tanto, oramos por las víctimas,  los primeros en responder, por aquellos que se esfuerzan por construir un mundo más seguro y por el valor para confiar en el poder del amor de Dios. En este día nosotros, como seguidores de Jesús vamos por el camino a Jerusalén y al Calvario. Rechazamos los principados y los poderes de la violencia.

Aceptamos la cruz. Confiamos en el amor de Dios. Convidamos a otros a seguir a Jesús en este camino.

El Obispo y el clero de la Diócesis Episcopal de San Diego y
El Obispo y el clero del Sínodo del Pacífico de la Iglesia Luterana Evangélica en los EE.UU.
Reunidos en la Catedral de San Pablo, San Diego.

Traducido por el Rvdo. Carlos E. Expósito
Diócesis Anglicana/Episcopal de Cuba

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Category: #Bishop's Blog, #Sundays

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