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Presiding Bishop on the Fifth Anniversary of Haiti’s Earthquake

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On the fifth anniversary of the earthquake Haiti suffered on 12 January 2010

Haiti and her people are survivors – of colonial occupation and a slave economy, of wars, rebellions, and invasions, a long history of corrupt and ineffective government, and when things seemed at their nadir, even of imported disease. Through all the trials and tribulations the world can wield, Haiti continues to respond with creative resilience. The contrast between conditions shortly after the earthshaking of 2010 and today is remarkable – tent cities have largely disappeared, housing stocks are increasing, roads have been repaired and re-laid, and significant new commercial development is evident in Port-au-Prince and other urban centers. Schools are full and busy, even if there are not yet enough seats for all who should be there. Young adults are being trained for employment in tourism, construction, agriculture, health care, and emerging technical fields. Artists are busy creating new works and styles. The contrast is enormous – and today’s reality far exceeds the conditions prevalent before the earthquake. The solidarity and support of the world has made a major difference. Haiti can and should emerge from its status as the least developed nation in the hemisphere, if the world will keep its pledge and stay the course.

The Episcopal Church in Haiti continues to play a major and essential role in this renaissance. The cathedral church in Port-au-Prince was long seen as the spiritual and cultural soul of Haiti. Today, its bells are quiet (in storage), its world-renowned murals largely destroyed (three have been preserved for reuse), and its naked altar platform awaits the cathedral’s rebuilding. The cathedral grounds are lively, with primary and secondary school now serving more children than before, a music school that continues to train internationally renowned choirs and instrumentalists, and a trade school that is rising from the spot where bodies lay for days in the ruins of its former collapse.

The art museum begun many years ago by the diocese is nearby, and houses numerous treasures that exceed display capacity. The nursing school in Léogâne is graduating growing numbers of nurses trained as community health providers. St. Vincent’s school for handicapped children is on the cusp of a major rebuilding effort. The University and trade schools are growing and thriving. The bishops, clergy, and lay leaders continue to provide much-needed direction within Haitian society. In every part of Haiti, The Episcopal Church is healing, teaching, instilling hope, and pointing the way toward the kingdom of God, on earth as it is in heaven.

Resurrection and hope abound, and not in Haiti alone. That continued hope and movement toward the reign of God are the result of the co-creative partnership of people and nations. Active engagement in one part of the world affects other parts of God’s body, as any community that has sent missionaries, received them, or helped dreams to develop knows well. Transformation by partnership goes in all directions, and it makes more of itself in the process!

This anniversary brings abundant opportunity for thanksgiving. May we be moved to respond in concrete and particular acts of gratitude, and may it redound to the glory of God.
The Most Rev. Katharine Jefferts Schori
Presiding Bishop and Primate
The Episcopal Church

La Obispa Primada sobre el quinto aniversario del terremoto en Haití

[8de enero de 2015] El 12 de enero marca el quinto aniversario del terremoto que devastó Haití. La obispa primada de la Iglesia Episcopal Katharine Jefferts Schori presenta el siguiente resumen y revisa el progreso alcanzado desde ese día infausto de 2010.

Sobre el quinto aniversario del terremoto que afectó a Haití el 12 de enero de 2010

Haití y su pueblo son sobrevivientes: de la ocupación colonial y de una economía esclavista, de guerras, rebeliones e invasiones, de una larga historia de gobiernos corruptos e ineficaces y, cuando las cosas parecían estar en su peor momento, hasta de una enfermedad importada. A través de todas las pruebas y tribulaciones que el mundo puede imponer, Haití continúa respondiendo con una resistencia creativa. El contraste entre las condiciones existentes poco después del terremoto de 2010 y el día de hoy es notable: las ciudades de tiendas de campaña ya casi han desaparecido, el número de viviendas va en aumento, las carreteras han sido reparadas y repavimentadas y un nuevo auge comercial es evidente en Puerto Príncipe y en otros centros urbanos. Las escuelas están llenas y funcionando, aunque no haya suficientes pupitres para todos los que deberían estar ahí. Están capacitando a jóvenes adultos para trabajar en el turismo, la construcción, la agricultura, la atención sanitaria y los emergentes campos tecnológicos. Los artistas están atareados creando nuevas obras y estilos. El contraste es enorme —y la realidad de hoy excede en mucho a las condiciones existentes antes del terremoto. La solidaridad y el apoyo del mundo han marcado una diferencia significativa. Haití puede y debe superar su estatus como la nación menos desarrollada del hemisferio, si el mundo cumple su promesa y mantiene el rumbo.

La Iglesia Episcopal en Haití sigue desempeñando un papel importante y esencial en este renacimiento. La iglesia catedral de Puerto Príncipe fue considerada durante mucho tiempo el alma espiritual y cultural de Haití. En la actualidad, sus campanas guardan silencio (en un almacén), casi todos sus murales de fama mundial están destruidos (tres de ellos han sido preservados para reutilizarlos) y la desnuda plataforma de su altar aguarda la reconstrucción de la catedral. Los terrenos de la catedral están animados, con una escuela primaria y secundaria que ahora tiene más niños que antes, una escuela de música que sigue preparando a coros e instrumentalistas de renombre internacional y una escuela técnica que se está levantando en el mismo sitio donde yacieron cadáveres durante días en las ruinas del edificio anterior que se desplomó.

El museo de arte que la diócesis fundó hace muchos años se encuentra en las inmediaciones, y guarda numerosos tesoros que exceden su capacidad de exposición. La escuela de enfermería de Léogâne gradúa un creciente número de enfermeros [mujeres y hombres] a los que prepara como trabajadores comunitarios de la salud. La escuela de San Vicente [Saint Vincent] para niños discapacitados está a punto de un importante empeño reconstructivo. La Universidad y las escuelas técnicas crecen y prosperan. Los obispos, el clero y los líderes laicos siguen proporcionando la orientación que tanto se necesita dentro de la sociedad haitiana. En todas partes de Haití, la Iglesia Episcopal está curando, enseñando, infundiendo esperanza y señalando el camino hacia el reino de Dios, así en la tierra como en el cielo.

Que abunden la resurrección y la esperanza, y no sólo en Haití. Que la continua esperanza y el proceso dinámico hacia el reino de Dios sea el resultado de la asociación creativa de pueblos y naciones. La participación activa en una parte del mundo afecta las otras partes del cuerpo de Dios, como bien lo sabe cualquier comunidad que haya enviado misioneros, que los haya recibido o que haya contribuido a que los sueños se realicen. La transformación por asociación se proyecta en todas direcciones ¡y se acrecienta en el proceso!

Este aniversario brinda abundante oportunidad para dar gracias. Que nos sintamos movidos a responder con actos de gratitud concretos y específicos, y que redunden para gloria de Dios.

Rvdma. Katharine Jefferts Schori
Obispa Presidente y Primada
de la Iglesia Episcopal

L’Évêque président à l’occasion du cinquième anniversaire du tremblement de terre en Haïti

[Le 8 janvier 2015] Le 12 janvier marque le cinquième anniversaire du tremblement de terre qui a dévasté Haïti. Katharine Jefferts Schori, Évêque président de l’Église épiscopale, offre la vue d’ensemble suivante et examine les progrès réalisés depuis ce jour fatidique de 2010.

En ce cinquième anniversaire du séisme qui a frappé Haïti le 12 janvier 2010

Haïti et ses habitants sont des survivants – de l’occupation coloniale et d’une économie basée sur l’esclavage, de guerres, de rébellions et d’invasions, d’une longue histoire de gouvernements corrompus et inefficaces et même, lorsque les choses semblaient avoir atteint leur point le plus bas, de maladies importées. Au travers de toutes les épreuves et les tribulations que le monde peut infliger, Haïti continue de répondre avec une résilience créative. Le contraste entre les conditions qui existaient peu après le tremblement de terre de 2010 et celles d’aujourd’hui est remarquable – les villes de tente ont en grande partie disparu, les parcs de logements augmentent, les routes ont été réparées et resurfacées, et l’important redéveloppement commercial est évident à Port-Au-Prince et dans les autres centres urbains. Les écoles sont en pleine activité, même s’il n’y a pas encore assez de sièges pour tous ce qui devraient y être. De jeunes adultes sont en cours de formation pour un emploi dans le tourisme, le bâtiment, l’agriculture, la santé et d’autres domaines techniques émergents. Des artistes sont occupés à créer de nouvelles œuvres et de nouveaux styles. Le contraste est énorme – et la réalité d’aujourd’hui dépasse de loin les conditions qui prédominaient avant le tremblement de terre. La solidarité et l’appui du monde ont fait une grande différence. Haïti peut et doit émerger de son statut de nation la moins développée de l’hémisphère, si le monde tient sa promesse et maintient le cap.

L’Église épiscopale d’Haïti continue de jouer un rôle majeur et essentiel dans cette renaissance. La cathédrale de Port-Au-Prince est depuis longtemps considérée comme l’âme spirituelle et culturelle d’Haïti. Aujourd’hui, ses cloches sont silencieuses (entreposées), ses peintures murales renommées de par le monde en grande partie détruites (trois ont été préservées pour réutilisation), et l’estrade nue de son autel attend la reconstruction de la cathédrale. L’enceinte de la cathédrale est animée, avec une école primaire et secondaire qui accueille maintenant plus d’enfants qu’avant, une école de musique qui continue à former des chœurs et des instrumentistes de réputation internationale, et une école professionnelle qui se relève à l’endroit même où des corps sont restés pendant des jours dans les ruines de l’ancienne école.

Le musée d’art démarré par le diocèse il y a bien longtemps est à proximité et abrite de nombreux trésors qui dépasse sa capacité d’exposition. L’école d’infirmerie de Léogâne délivre de plus en plus de diplômes d’infirmiers qualifiés en tant que prestataires de santé communautaires. L’école St. Vincent pour enfants handicapés est sur le point d’entreprendre un effort de reconstruction important. L’université et les écoles professionnelles s’accroissent et prospèrent. Les évêques, le clergé et les leaders laïcs continuent d’apporter l’orientation nécessaire au sein de la société haïtienne. Dans chaque région d’Haïti, l’Église épiscopale guérit, enseigne, inculque l’espoir et indique le chemin vers le royaume de Dieu, sur terre comme dans le ciel.

La résurrection et l’espoir abondent, et pas seulement en Haïti. Cet espoir continu et ce mouvement vers le règne de Dieu sont le fruit de partenariats constructifs entre les gens et les peuples. La participation active dans une partie du monde affecte d’autres parties du corps de Dieu, comme toute communauté qui a envoyé des missionnaires, les a reçus ou aidé des rêves à se réaliser le sait bien. La transformation par le partenariat n’est pas à sens unique et ce faisant elle en sort grandie !

Cet anniversaire nous offre de nombreuses occasions de remerciement. Puissions-nous être incités à y répondre par des actions concrètes et particulières de grâce et que cela puisse résonner à la gloire de Dieu.