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Carta Pastoral Del Obispo

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Amados en Cristo,

Tras consultarlo con nuestro comité permanente y consejo ejecutivo, los misioneros del área, el clero de la diócesis y compañeros obispos, escribo esta carta pastoral con un corazón apesadumbrado, para anunciar mi decisión de disolver Santa Rosa Del Mar, Desert Shores, con efecto inmediato; vender inmuebles utilizados por la congregación de la misión de St. Anne, Oceanside; y declarar Vista All Saints una parroquia de misión de acción con acciones similares en lo relacionado a propiedades en el futuro cercano.

Santa Rosa Del Mar no se ha reunido como congregación por 18 meses. Por lo tanto, estoy confirmando una decisión ya tomada por los congregantes. En cuanto a St. Anne y All Saints, luego de soportar una enorme agitación a mediados de la década de 2000, incluyendo la partida de una importante parte del clero y miembros y los consiguientes conflictos legales acerca de la propiedad, estas dos congregaciones han reconstituido sus identidades en torno a la misión y la divulgación. Estoy profundamente agradecido por su fe, perseverancia y resiliencia como comunidades de fe. Ellos han aceptado el reto con alegría, honestidad y trabajo duro, y hacen que esté orgulloso. Es notable que la sacristía de All Saints se haya comprometido con el proceso de la misión de acción de la parroquia. Las personas de St. Anne y All Saints tendrán nuevas oportunidades de continuar su misión y ministerio a través de estructuras creativas de la comunidad Cristiana.

Mis decisiones con respecto a St. Anne y All Saints llegan luego de 15 meses de discernimiento por parte del clero y los líderes laicos de las congregaciones mismas, en colaboración con el clero y líderes laicos de otras iglesias Episcopales de San Diego. Se animó a estas congregaciones a vivir en un nuevo futuro de colaboración y asociación. Fueron guiadas por líderes inteligentes y hábiles de nuestro equipo vital de congregaciones. Estoy profundamente agradecido por su esfuerzo para discernir un nuevo futuro, pero al final, no había suficiente consenso sobre qué dirección seguir. Tomo estas acciones con la esperanza de que lo mejor de su trabajo sea preservado. Los costos de mantener edificios independientes, las compensaciones del clero y el personal, y las estructuras institucionales necesarias para sostener a congregaciones distintas e independientes van más allá de la capacidad de las propias congregaciones y de la diócesis.

Somos guardas de los buenos dones de Dios, y es importante que a medida que servimos construyendo la iglesia, utilicemos los recursos finitos donde discernimos que Dios nos llame a amar y servir. El presupuesto de 2016 que el consejo ejecutivo presentará en la convención diocesana el 7 de noviembre refleja estos cambios. También verán el correspondiente cambio en la provisión de recursos humanos y financieros para los ministerios de los jóvenes y los jóvenes adultos, los ministerios latinos, de inmigrantes y de refugiados. Estas prioridades de la misión han sido identificadas a través de resoluciones de la convención y mediante la retroalimentación de líderes de la congregación de toda la diócesis. Los fondos recuperados a través de la venta de las propiedades serán redirigidos a los ministerios en expansión donde creemos que Dios nos está llamando a estirarnos y crecer, y para asegurarnos de ofrecer ministerio pastoral a quienes se vean afectados más directamente por estas decisiones. A medida que se desarrolle este proceso utilizaremos reservas financieras significativas para atender a las comunidades de St. Anne y All Saints, y para ayudar a éstas y a otras congregaciones a crecer en nuevas maneras.

La disminución de la congregación no es exclusiva de Santa Ana, de All Saints y de Santa Rosa del Mar. Tal como lo informó la investigación de Pew Research “Religious Landscape Study” de 2014 (“Estudio de Panorama Religioso” de Pew Research, 2014), en Mayo de 2015* los desafíos que enfrentamos en nuestra diócesis se han generalizado en todos los EE.UU. Muchos estadounidenses tienen un auténtico hambre espiritual, pero cada vez son menos los que reciben este alimento a través de comunidades religiosas tradicionales que predican en un edificio, con uno o más sacerdotes y una congregación. Aún tenemos el vital e importante ministerio de amar sin miedo a nuestras comunidades y a nuestro mundo. Si comprendemos que un número mayor de asociaciones mejorará el ministerio presente y futuro de la Diócesis Episcopal de San Diego, preveo acciones y unificaciones adicionales en los próximos meses. En varios casos, me imagino que las congregaciones pequeñas y luchadoras forjarán alianzas con los vecinos en el ministerio, como la reciente colaboración entre la catedral de St. Paul y la de San Lucas, en San Diego. Algunas de estas asociaciones podrían dar lugar a fusiones efectivas de las congregaciones.

En el siglo primero, Juan el Evangelista escribió a una comunidad naciente que se encontraba en dificultades: “Muy amados, ahora somos hijos de Dios, aún no se ha manifestado lo que hemos de ser;” (1 Juan 3:2). Experimentamos estos cambios como heridas y pérdida, y esa pérdida es real. Pero no es definitiva. El profeta Joel apunta a un momento en el que “los ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.” Juntos, tenemos sueños y visiones para la Iglesia Episcopal en nuestra diócesis, y para las personas que amamos y servimos.

En el corto plazo, preveo una colaboración significativa y menos competencia en nuestros ministerios. Imagino más equipos entre el clero, y menos individualismo. Ya puedo vislumbrar iniciativas compartidas del ministerio tocando a más y más comunidades. La Coalición de Servicio Diocesano ya ha creado una serie de ministerios colaborativos y fructíferos que han expandido nuestra alma corporativa de servicio. La Colaboración de la Juventud está ganando terreno y construye sobre las fortalezas establecidas el año pasado. El liderazgo latino se expande a través de nuestras iglesias a medida que los adultos jóvenes diocesanos exploran la vida juntos. Pero tengo un sueño aún más grande, más expansivo que esto.

Sueño con una asamblea de fuertes congregaciones de diversos tamaños. Nos veo expandiendo nuestra presencia al desarrollar a las comunidades que tienen hambre y sed de justicia y del conocimiento de Dios. Nos veo cada vez más fuertes a medida que nos adaptamos a condiciones cambiantes. Esto no necesariamente se traduce en la construcción de nuevos edificios. Puede significar que utilicemos más nuestros edificios actuales, pero de manera diferente: con una mayor colaboración con la comunidad y con nuestros asociados ecuménicos. La misión de la Iglesia no es brindar apoyo o mantener todos los edificios; los edificios deben apoyar a la iglesia a la que sirven.

En esta nueva visión, el clero servirá y actuará de manera diferente. Tendrán más movilidad, y fortalecerán a quienes están haciendo un poco menos, y serán más maestros e instructores. Cada una de nuestras congregaciones estará rodeada de pequeñas comunidades. Con reminiscencias a las iglesias en las casas del siglo primero, pueden estar unidas por edad y lugares comunes, por una regla de vida, o por un enfoque misional. Tendremos un menor número de instituciones, pero más comunidades, más personas reunidas alrededor de los altares, más personas involucradas en el ministerio, y más almas tocadas por Jesús. Todo esto representa una inversión más profunda en la comunidad cristiana y en su formación como discípulos.

Como su obispo, he sido llamado por Dios para hacer el duro trabajo de liderar mediante el cambio. Es un llamado a la Iglesia a cambiar y tomar decisiones que nos impulsen hacia adelante. Voy a hacer ese trabajo. Pero necesito su ayuda. Esto será arriesgado. Se trata nada menos que realmente creer que el núcleo de nuestra fe tiene que morir para vivir. Somos un pueblo de Pascua que confía en el sorprendente gozo de la resurrección y la nueva vida.

A medida que avanzamos, les mantendré informados del progreso, pediré su colaboración, buscaré su participación y apreciaré sus oraciones. Haremos todo lo posible para hacer la obra de Dios. Vamos a tropezar. Vamos a aprender y crecer. Y creo que, en el proceso, seremos transformados.

Que la gracia y la paz de Dios sea con ustedes,

El Reverendísimo James R. Mathes
Obispo

 

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